viernes, 10 de mayo de 2013

La virgen del truño

Viene con pie de foto y todo.
Hace unos días hacía referencia a un tuit de Oskar Belategui en el que citaba un artículo de Fotogramas donde un distribuidor español decía que las críticas de Boyero determinaban si una película se compraba o no. El texto ha aparecido recientemente en la web de la revista y hemos podido descubrir que el perpetrador de ese injustificado ataque fue Miguel Ángel Pérez, de Surtsey Films. En Fotogramas cuenta su experiencia con Once Upon a Time in Anatolia de Nuri Bilge Ceylan, un director que había estrenado regularmente en España tras el boom internacional de Uzak, aquella película de planos largos que compararon en su momento con Tarkovsky, pero que tiraba más hacia el costumbrismo y al exotismo. Así es Ceylan, para lo bueno y para lo malo. Yo esta última no la he visto, pero venía con un premio en Cannes y aún así ha tardado casi dos años en estrenarse en España. Y, según cuenta en el artículo, no fue por los altos precios de distribución, ni porque estuviesen esperando a condiciones de mercado favorables y todas esas mentiras que cuentan para estrenar con años de retraso a Van Sant (cuando no tenía a estrellitas en el reparto), Resnais, Rivette, Garrel... y eso hablando de lo que estrenan, claro. Resulta que la razón principal de este retraso es... ¡que nadie la había comprado! Como la crítica de Boyero había sido tan nefasta, nadie se había atrevido. Cabe preguntarse si porque consideran que el crítico estrella nunca se equivoca o porque piensan que su influencia es tal que determinará los comportamientos del público. No lo sé, habrá un poco de las dos cosas.

Aunque el artículo se refiere a cosas que yo he tratado en este blog, yo veo la argumentación de Pérez poco incisiva. No quiero decir cobarde, porque seguro que sus palos le habrán caído, pero está claro que podría ir un poco más lejos. Si no lo hace es por lo de siempre: te metes con Boyero y luego este no tarda en ponerse chulo y decir que está siendo perseguido por censores culturales, por izquierdistas y modernos, esa chusma. Supongo que por eso, Pérez escribe: «En el contexto de un festival como Cannes, una mala crítica de Boyero puede condenar una película para siempre o subir su precio como la espuma si esta es cojonuda (en el lenguaje llano de Boyero). Evidentemente, esto no es culpa del crítico, sino de los distribuidores que a veces somos algo cobardes». Hombre, ese evidentemente sobraba, en mi opinión, porque algo de culpa sí tendrá. Si el crítico con más influencia mediática del país se dedica por sistema a machacar al mismo tipo de películas, pues yo entiendo que a algunos distribuidores les entre el miedo. Que sí, serán cobardes también, pero a Boyero no le quitemos sus méritos. Miren la basura que soltaba por su boca a propósito de la película de Ceylan. Fíjense en la profesionalidad de ese «Un truño importante... y tal...» o «No me acuerdo de nada salvo de los bostezos que pegaba». Y ya no es que su opinión sea contraria a la mía (que puede que no, a mi la anterior de Ceylan no me gustó nada), sino ese lenguaje agresivo y grosero que utiliza siempre. Esa ostentación de la ignorancia tan propia de España y el franquismo.

También certifica Pérez algo que yo he apuntado, que cuando se estrena una película comercial de Hollywood oscarizable, todo son buenas palabras en El País. Pero cuando una película de cine de autor raro (por utilizar terminología boyeriana) tiene una buena crítica, siempre aparece Boyero o Hermoso (o algún otro) para darle la puntilla o para sembrar la duda en el espectador. Miren lo que escribe: «Ya sólo quedaba estrenarla y rezar para que Boyero no hablara de la peli: sabía que al resto de críticos los tendría incondicionalmente a nuestro lado. Finalmente, fue Jordi Costa el que hizo la crítica (buenísima, por cierto) para El País, aunque en la edición digital del periódico me encontré en destacado la opinión de Boyero: Érase una vez en Anatolia es un truño importante». Hombre, ese «al resto de los críticos los tendría incondicionalmente a nuestro lado» no lo dirá por la redacción de El País, donde lacayos de Boyero como Toni García Ramón o Borja Hermoso muchas veces se dedican también al trabajo sucio. Pero tuvo suerte y le tocó Jordi Costa, que sí, a veces no le dan blockbusters y como es un crítico respetuoso, hizo una buena crítica. Les recomiendo que miren este último link, para que se fijen en el comentario del lector, que no puede entender cómo en El País surgen dos opiniones tan dispares de una misma película en un mismo medio. Yo soy de la opinión de que los medios deben tener líneas de actuación, defender determinadas ideas y no ir a salto de mata según lo que piense cada redactor. Bueno, en El País no puedes decir cualquier cosa. Me gustaría ver si alguien puede decir que Apichatpong es el mejor director que hay y el que no piense así es un farsante, como ha hecho Boyero en el sentido inverso. Nunca lo verán, claro. Ni en El País ni en ningún medio.

En el fondo, pese a cierta rebeldía en las palabras de Miguel Ángel Pérez, nada de lo que dice pasa de anécdota y deja este tema como una simple curiosidad. Miren, por ejemplo, lo que dice al final: «Con los críticos hay que estar a las duras y las maduras. Cuando estrené 'Mil años de oración' (Wayne Wang, 2007) o 'Ciudad de Vida y Muerte' (Lu Chuan, 2009), estaba encantado con las críticas que nos hizo». Boyero te deja bien claro que si estrenas cine narrativamente convencional, te llevarás buenas críticas y estrenarás con viento a favor. Eso de «a las duras y a las maduras» no es algo al azar. Todos los productores saben perfectamente qué películas representan una cosa y cuáles representan la otra.

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Solo le falta el Goya...
Esta semana se anunció que Michael Haneke recibiría el premio Príncipe de Asturias de las Artes. El director que se hizo famoso por hacer cine contra la académico ha acabado convertido en momia de museo, paseándose por las alfombras rojas de Cannes, Hollywood y ahora Asturias, acompañando a toda la realeza y podredumbre social de este país. Haneke siempre ha sido un director algo punk, pues tanto hace declaraciones solemnes sobre el destino de Europa como se deja llevar por su vena sensacionalista. Un poco como estos premios, que dicen defender la cultura, la concordia y todo tipo de valores humanos, pero al final no son más que puros ejercicios de propaganda, que difícilmente sobrepasan nuestras fronteras. Puro consumo interno.

Además, se dice que el premio Príncipe de Asturias te lo dan si estás dispuesto a aparecer por la gala. Ya saben que en España la única ideología existente es la de la foto. Salir en la foto es lo importante. José Luis Garci, que forma parte del comité de selección (o formó en algún momento) comentó que en una ocasión estuvieron a punto de dárselo a Clint Eastwood, pero que al final fallaron a favor de otro, porque el director americano no aseguraba su presencia en la gala. ¡Maldito Clint Eastwood! ¡Antiespañol!

Así funcionan estos premios. En la España de los recortes. La España donde sólo se puede recortar en los salarios porque no hay otro sitio para recortar. No se puede recortar en la organización de Juegos Olímpicos. No se puede obligar a los clubes de fútbol a pagar sus deudas con Hacienda. Ni tampoco se pueden eliminar unos premios que no valen para nada. Como España es muy castiza, hay hasta premio Príncipe de Asturias del Deporte, donde siempre suele ganar un deportista español por eso del valor doble de la raza. Y porque estos premios solo interesan en España y hay que enganchar a la audiencia. También este populista premio deportivo se lo dan a alguno de fuera, como Javier Sotomayor, Carl Lewis y Lance Armstrong, todos ellos deportistas irreprochables y sin tacha alguna a lo largo de su carrera.

Volvemos a Haneke. Miren el acta del jurado porque explica muy bien la naturaleza de estos premios. Además de José Luis Cienfuegos, ex-director del festival de Gijón y actual responsable del de Sevilla, que está ahí por darle algo de brillo cultural al asunto (lean la anterior entrada), fíjense en el resto de los miembros del jurado. Todo un ejército de nombres compuestos donde están los Martínez de Irujo, los Luca de Tena, los Cervera y alguno más que me dejo por olvido o desconocimiento. Sólo faltan los Martínez-Bordiu. ¿Recuerdan el tópico derechista de que esos de la cultura viven de subvenciones para no trabajar? Aquí tienen a las familias grandes de España viviendo del cuento gracias a una fundación estatal. Esto sí que es vivir del cuento. Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo dándole un premio a Michael Haneke. Miren la entrada en la wikipedia de esta lacra social, porque después de leerla a ver quién tiene narices a decir algo malo de las subvenciones, de la miseria que le dan a un director de cine español para rodar al borde de la subsistencia una película.

¿Cuánto cuestan estos premios? ¿Qué empresa organiza todo el despliegue y cómo fue el concurso para conseguir la concesión? Estos premios existen por la misma razón que existe una candidatura olímpica, para poder seguir dando de comer a la clase privilegiada y explotando a la trabajadora.

Leyendo la justificación del premio, queda claro que se lo dan por sus dos últimas películas, las más solemnes y académicas de toda su filmografía. Solo espero que Haneke, al ver la decadencia española en la gala, se anime a hacer una tercera versión de Funny Games con unos Martínez de Irujo. Documental a poder ser. Atención a este párrafo: «Haneke  ilumina y disecciona con deslumbrante maestría aspectos sombríos de la existencia como la violencia, la opresión y la enfermedad, que afronta con extraordinaria sobriedad formal a la vez que abre espacios a la persistencia consoladora del amor, la confianza y el compromiso». Ya no es que se olviden de toda la obra de Haneke anterior a Das weiße Band, sino que encima no encima no parecen haber entendido nada. ¿Qué narices es eso de «la persistencia consoladora del amor, la confianza y el compromiso»? ¡Si Haneke hace precisamente lo contrario! Llevar su cine continuamente hacia situaciones límite donde el amor y el compromiso se demuestran puras construcciones artificiales para esconder la verdad. Quién sabe, quizás para Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo Amour es cine romántico de primer nivel. O quizás consideran Das weiße Band un manual de buena conducta ciudadana, porque vuelvan a leer los nombres del jurado: la mayoría de esas familias pasó por el franquismo como si fueran unas vacaciones en la playa.

Es imprescindible el video donde se recoge el comunicado del jurado. Fíjense que el mercenario que lee el texto (no sé cuál de los vividores del jurado es) habla de las «profundas raíces europeas» del trabajo del director, justo después de llamarle «Maikel» Haneke, y no en la pronunciación germana «Mijael». Seguramente, quitando Cienfuegos, nadie sabía quién era. Sin salir de la página de RTVE, pueden degustar el fino verbo de Carlos del Amor (otro que merecería un blog cinefóbico para él solo) en este video retrospectivo de Haneke. Este periodista aseguró que no puso un video de Killing them softly en su resumen de Cannes en el Telediario únicamente porque en los extractos de video del material de prensa no salía Brad Pitt. Hoy lo tienen ahí hablando de Haneke, de las miserias humanas y el valor cultural del cine. Pronto empieza el festival de Cannes, así que estaremos atento a lo que dice este señor.

Haneke también ha escrito un mensaje de agradecimiento: «Es una alegría y una satisfacción extraordinaria ser honrado con el premio más grande de una nación cultural tan importante como España». Lo de «nación cultural» no sé si es buena educación o pitorreo, que siendo Haneke puede que sea lo segundo. Qué desgracia que la cuenta parodia de Haneke en twitter se haya retirado tras los Oscar, porque esto hubiera merecido cobertura. O puede que ni se enteraran.

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Ha muerto Alfredo Landa, gran actor normalmente gastado en películas horribles donde perseguía suecas. Ahora como todo es posmoderno, siempre te encuentras con alguien que defiende esas películas como «radiografía de una época», «síntoma de los tiempos» o alguna palabra en inglés que suene muy técnica y culta. El intelectual Alberto Luchini ya se ha subido al carro, salvo en lo del inglés. Supongo que no da para tanto.

Mi homenaje favorito fue el siguiente:

Para el que no lo sepa, Carlos Marañón es el director de Cinemanía, esa revista mil veces recortada y reputeada para que las grandes momias del grupo Prisa puedan seguir cobrando sus sueldazos. Efectivamente, Carlos, Landista a muerte. Y más allá.

1 comentario:

  1. Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo tiene toda la cara de conocerse al dedillo la filmografia de Michael Haneke, sin duda. Es curioso que un cineasta que ha basado su vida en retratar la podredumbre moral de la burguesía europea vaya a recoger un premio como ése. Quizá, no lo descartemos, es una performance más en su denuncia a la sociedad hipócrita y enferma. Igual es hilar muy fino, pero quién sabe.

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