sábado, 4 de mayo de 2013

Por el honor de Haewon

Haewon, sola e indefensa ante la crítica española.
En la anterior entrada daba mi opinión sobre Nobody's Daughter Haewon, la gran película de Hong Sang-soo. No me di cuenta entonces de que la película se había pasado en el festival de Berlín, en sección oficial, por lo que nuestros sufridos cronistas de los diarios habían tenido que verla. O no, porque si uno repasa la cobertura de Boyero de Cannes 2013 descubrirá que entre las películas reseñadas falta precisamente In Another Country, sin que diera explicación alguna. Si nos guiamos por lo expresado por Oskar Belategui, puede que el continuo retraso del estreno se deba a que el distribuidor todavía está buscando la opinión del crítico estrella para saber si debe estrenarla o no.

Sea como fuere, de Nobody's Daughter Haewon parece que no pudo escaquearse y nos regala un pequeño, pero suculento párrafo sobre la misma. Empieza fuerte haciendo su interpretación de la política de programación de los festivales: «ya sé que este cine ha dejado de ser exótico, que todos los festivales se esfuerzan hasta el delirio por exhibir en su programación variadas muestras de la cinematografía coreana». Hombre, hasta el delirio yo creo que sólo se esfuerzan en traer películas americanas que a su vez traigan estrellas de Hollywood para que la prensa basura saque fotos de pasarela. Eso es menos criticable, pero poner una película coreana aquí y allá, eso siempre es sospechoso. Hombre, a mi el cine coreano no me gusta mucho. De hecho, salvo Hong Sang-soo y lo poco que he visto de Im Kwon-taek, la mayoría de directores me parecen mediocres, tanto los despachadores de thrillers llenos de discursos moralistas sobre el bien y el mal, como los que han superado lo genérico para irse a lo disparatado (Kim Ji-woon, Park Chan-wook, Im Sang-soo). Y sí, aparecen mucho en los festivales internacionales, pero se debe principalmente a la buena labor de promoción de cara al extranjero y porque su producción cinematográfica funciona bien, han creado su propio star-system y las películas funcionan bien en el mercado local. Lo que pide El País para España, aunque ya saben que el crítico estrella va por libre.

Luego Boyero ya se va a lo que más le gusta, que es demostrar su ignorancia y esa cinefilia de oídas y de construcciones fáciles muy característica suya: «Tiene un parecido alarmante con ese cine europeo protagonizado exhaustivamente por la palabra, en el que los personajes no paran ni un segundo de hablar de cosas sensibles y trascendentes». Supongo que con «ese cine europeo protagonizado exhaustivamente por la palabra» se refiere a Eric Rohmer. O quizás a La maman et la putain. Ambas son referencias para Hong Sang-soo, claro. Tampoco quiero valorar lo de Boyero porque precisamente a mi me encanta el cine donde la palabra tiene el máximo protagonismo. Creo que Hong utiliza las palabras casi como si fueran imágenes, les da forma, materialidad, y además del significado superficial del propio desarrollo del diálogo, hay otro más profundo que contrasta con las imágenes y con la manera de entonar las palabras. Algo complicado de describir, claro. A mi los que me decepcionan son los directores que tratan de revolucionar el cine con cada imagen. Pero dejémoslo que son gustos. Lo que no son gustos y opiniones es decir que «los personajes no paran ni un segundo de hablar de cosas sensibles y trascendentes», al menos al tratar el cine del director coreano. Porque por si algo destacan los diálogos de este cineasta es por ser aparentemente superfluos, llenos de situaciones embarazosas y en muchos casos, terriblemente perjudicados por el alcohol. No hay mucha sensibilidad, porque hay arrebatos de sinceridad inesperados donde quedan retratados como personas groseras y poco respetuosos. En el cine de Hong, los diálogos muestran una hipocresia social. Construcciones lingüísticas utilizadas para esconder la verdad. En Nobody's Daughter Haewon, la protagonista y su amante, que es también su profesor, se encuentran inesperadamente con otro grupo de alumnos y terminan bebiendo todos juntos en un bar. Parecen felices, pero cuando Haewon (la protagonista) va al baño (a vomitar), el resto de sus compañeros se ponen a hablar mal de ella. Hacia el final de la película, la misma Haewon habla con dos amigos de frivolidades, de lo que le gustaría hacer en el futuro, de que lo importante es ser feliz, etc... y de repente se quedan en silencio sin saber qué más decir, hasta que ella le pregunta a uno de sus acompañantes «¿qué tal tu depresión?» y acto seguido hay otro silencio incómodo donde se da cuenta de que quizás la pregunta ha sido inapropiada. Estos cambios de tono son habituales en su cine y creo que se encuentra muy alejado de esa supuesta pretensión de trascendencia que le atribuye Boyero. Pero en fin, es Boyero.

Termina su muy sesudo comentario con un claro «Salgo con dolor de cabeza ante tanta verborrea inútil». Supongo que el poeta no opina lo mismo de su volcánico No se marchitan mis flores del mal, donde seguro que no había ningún afán de sensibilidad ni trascendencia.

En cuanto a Luis Martínez, ese crítico que empezó entusiasta como crítico estrella de El Mundo cuando se fugó Boyero, pero que tras años aguantando ya se le va notando el cansancio y la decadencia (cosa normal viendo la línea editorial de su periódico), tampoco le gustó la película, aunque tiene la deferencia de dedicarle algo más de espacio. Hasta tres párrafos. El resto del texto es para Catherine Deneuve y su mito. El de Boyero estaba enfocado en River Phoenix. Es lo que les va.

A favor del crítico de El Mundo hay que decir que al menos intenta explicar el cine de Hong atendiendo más a la realidad, y no a la pura fantasía :«Su cine se ordena siempre debajo de una arquitectura compleja y estudiada del que surge una superficie perfectamente clara (de ahí lo de transparente) poblada por situaciones comunes, existencias ordinarias... la vida misma». Ya ven, todo lo contrario que Boyero. Aquí no hay diálogos fatigosos, sino transparencia. Ni tampoco trascendencia, sino situaciones comunes y ordinarias. Y por supuesto, la inevitable comparación: «por echar mano del tópico infeliz, Sangsoo es lo más parecido a Eric Rohmer que ha dado el cine después de Rohmer». En su defensa, decir que ya señala que es un tópico infeliz y supongo que vale como fórmula. Que en un texto de caracteres limitados, el lector lee Eric Rohmer y ya pilla la idea. Y encima no está dicho con sentido despectivo, como en el caso de Boyero (donde ni siquiera citaba a Eric Rohmer, quizás porque lo confunde con cualquier otro de esos aburridos). Sigue contradiciendo al crítico de El País con «Como siempre, en Sangsoo los espejos se reproducen como las conversaciones en un laberinto de autoengaño tan entretenido como iluminadamente vulgar». Ya ven que Boyero no ha entendido absolutamente nada.

Luego, para mi, Martínez falla en la valoración. Con lo preciso que ha sido todo lo anterior, le ha faltado un análisis más detallado de los propios valores del film. Porque todo lo dicho hasta el momento vale para el 90% del cine de Hong Sang-soo. Es cierto, también, que valorar en un festival es muy complicado, y por eso los que hemos sido cronistas nos quedamos en lo superficial o nos vamos a lo estructural. A decir de dónde vienen las películas y hacia dónde van. «Eso sí, cabe decir que no es su mejor película y alguno estaría tentado de decir que tras la maravilla de 'In another country', vista en Cannes, ésta más bien parece la obra de un imitador. Todo parece realizado con cierta desgana, como arrastrando los pies». Curiosamente, a mi la que me parece la obra de un imitador es In Another Country, donde la presencia de Isabelle Huppert y una estructura episódica más evidente, la convertían en una obra mucho más artificial de lo que suelen ser las películas del maestro coreano. Todo parecía demasiado preparado, demasiado bonito, hasta los diálogos eran algo acartonados. Que fuera prácticamente rodada en inglés seguramente era una barrera también. Sin embargo, en Nobody's Daughter Haewon recupera su verborrea imparable, pero también una idea del plano mucho más simple y clarividente. La noción del encuadre es ligera. Compleja si se analiza detenidamente, con varias posiciones, variando dentro de la misa escena, pero la clave está en que si uno la observa de manera superficial, parece que el director coreano lo hace todo sin querer, como si simplemente estuviese siguiendo la acción.

Pero si Martínez me parece un crítico decadente, ¿qué decir de Oti Rodríguez Marchante? En su caso, cada texto parece un paso más dentro de una larga agonía. Un intrascendente trayecto entre la nada y la nada. Yo creo que el propio Oti es consciente de lo innecesario de todo lo que escribe. Ya ni hay orgullo ni chulería como en el caso de Boyero. En el fondo, simpatizo con él, porque su conducta no es violenta, aunque a veces tenga algún arrebato. No dice mucho de Nobody's Daughter Haewon más allá de una leve descripción: «La película es un continuo e inacabable diálogo al que se van sumando nuevos personajes sin que ello cause la menor intriga o tensión» y, evidentemente, Eric Rohmer: «Todo el mundo señalaba esta película de Hongsoo como una franquicia de Éric Rohmer, aunque sin tanto eco, poso y complejidades». De esto último destacar ese todo el mundo, muy utilizado siempre por la crítica para dar autoridad a sus argumentos. También para escribir a la contra, del tipo «¡A todo el mundo le gusta Apichatpong y a mi no!», una idea muy recurrente (se tratará en el futuro) y que siembra la idea de que las películas de Apichatpong tienen millones de seguidores, cuando realmente las ven cuatro monos que, eso sí, las defienden (defendemos) con fuerza. Tanta fuerza (y convicción) que terminan pareciendo «todo el mundo».

Oti cierra con un clásico suyo: «Cuando se termina «Nobody's daughter Haewon» uno se queda exactamente igual que cuando empieza… Tal vez pasados unos días uno empiece a notar algún síntoma, pero no da esa sensación». Que es como decir: «es posible que no tenga razón, pero lo dudo», lo que deja lugar a la falibilidad del crítico y no convierte el texto en un simple mi opinión, como hace la mascota de El País.

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Pueden achacarme que no sea un hombre de palabra. Dije que compraría el Caimán y al final me eché atrás. Dije que no compraría Sofilm por su horrible portada... y bueno, al final lo hice. Como ya suponía, la revista tiene la estructura de una Fotogramas o una Cinemanía, con sus artículos llenos de anécdotas, sus listas de los mejores diálogos sobre tal y cual cosa, algún texto dedicado a tendencias paralelas de cine, viñetas, etc... A mi es un tipo de revista que no me interesa mucho, aunque en esa línea la veo mucho más digno que el resto de las que pueblan el mercado, ya que parece medianamente independiente, no como las otras, que parece que todo son promociones de películas taquilleras y entrevistas de diez minutos donde le hacen al protagonista tres preguntas genéricas que responde de manera mecánica. En el caso de Solfim, las entrevistas son largas y realizadas con conocimientos. Dos las realiza el crítico Emmanuel Burdeau, antiguo crítico estrella del Cahiers francés dirigido por Jean-Michel Frodon. Da un poco de pena verlo reducido a cazador de entrevistas, pero en fin, tanto la de Oliver Stone como la del creador de Breaking Bad no están mal, aunque sean personajes que a mi no me interesan. En general, todas se centran más en anécdotas y en el personaje creado que en su propio trabajo. En el fondo, es una revista que trata más de todo lo que rodea al cine que del cine en sí. Vean la última entrevista a Johnnie To. Es un director al que no se le han hecho muchas buenas entrevistas, que tiene una filmografía larga y misteriosa, pero realizada con una cierta coherencia pese a transcurrir dentro de la loca industria hongkonesa. Pero en lugar de hablar de eso, se dedican a tratar temas tan trascendentes como el vino europeo, la gastronomía, el clima, etc... Por cierto, esa fórmula de entrevista+comida también la tiene El País algún día de la semana. Se llevan a un famosete a comer a un sitio caro y exclusivo, donde hablan del destino del mundo, desde la pobreza en África hasta la prima de riesgo.

La parte más jugosa para los que nos interesa esto del cine es el cuaderno crítico, donde analizan una película, L'exercice de l'État, una serie, Girls, una película española underground como Mi loco Erasmus y el clásico de Jean Renoir Boudu sauvé des eaux. Con esta última mi amigo Fer Ganzo está poco elegante llamando cuqueras al director y acusándolo de antisemita, cuando no viene al caso. También creo que se equivoca en su crítica L'exercice de l'État en esa dicotomía que hace entre la vieja nobleza política y una nueva generación más popular y grosera. Bueno, pocos políticos hay más elitistas que Mariano Rajoy. Me gusta traer a colación siempre que puedo esos artículos que nuestro querido presidente escribió en su juventud, en los que defendía la desigualdad natural de las personas. Supongo que Fer se refiere a una nobleza que compartía unas formas nobles de actuación, pero para mi González y Pujol eran tan groseros y díscolos como Rajoy. Y menos elitistas.

Me decepciona un poco ver a Gonzalo de Lucas citando a Luis Enrique y Tassoti para defender una película. No sé si es que Mi loco Erasmus solo merece un tipo de defensa así, no lo sé. Gonzalo escribió alguno de los mejores textos de la antigua Cahiers España, entre ellos uno maravilloso sobre Jean-Luc Godard (creo que en el especial de Film Socialisme) y otro antológico sobre el Tríptico elemental de España de José Val del Omar, dos trabajos que forman parte, para mi, de lo mejor escrito nunca en prensa escrita en España. Después, Álvaro Arroba fusila Girls sin piedad. Es un texto gracioso, pero tampoco muy analítico. Divertido de leer en clave hater, pero ya saben que a mi los textos negativos no me interesan mucho. Las revistas, creo, sirven para defender películas, no para tumbarlas.

Por último, dentro del cuaderno crítico, hay dos traducciones de la edición francesa. Primero, un fantástico análisis del final descartado de Vertigo. No lo conocía (no soy muy de mirar extras de DVD), pero la escena parece magnífica y la manera de describirla de Bertrand Bonello me da más ganas todavía de verla. Y segundo, una lista donde te explican si eres o no fan de Leonardo Di Caprio, un artículo fotogramero que supongo que se les coló en la maquetación del cuaderno crítico.

En fin, que yo creo que es una buena revista para el ámbito en el que pretende moverse. Tiene rigor y dignidad y no es una colección de absurdas promociones de películas de Hollywood. Hay más cosas que me he dejado: una entrevista con Isabella Rossellini, otra con Alfonso Guerra (sobre cine), un especial de Will Ferrell... y la entrevista de portada con Mickey Rourke, quizás el contenido menos atractivo de toda la revista. No sé por qué ha merecido tal honor, quizás porque también ocupó ese espacio en el original francés. Pero bueno, si se compran la Fotogramas u otra del estilo, pueden cambiarse: le dará más horas de lectura y los contenidos están hechos con algo más de cuidado. Si buscan leer algo en la sintonía de lo que habían hecho antes críticos como Fer Ganzo, Álvaro Arroba y Gonzalo de Lucas y no son muy transigentes con ciertos guiños de mercado, pues quizás no sea lo que están buscando.

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Hablando de la Fotogramas...

Espero que esto no sea su concepto del «cine de autor». Vale sí, tanto Bigelow como Cronenberg son autores, y muy buenos (aunque sus últimas películas no me apasionen), pero fíjense cómo está construido el tuit: «El mejor cine de autor también está en @wuakitv». Para mi ese también es demoledor, porque da a entender que esos dos directores son una excepción ante un cine más comercial, cuando yo creo que esos dos directores y particularmente esas dos películas son abiertamente comerciales (lo que no quiere decir que no puedan ser complejas, claro) y el cine de autor al margen habría que buscarlo en otro sitio. Ese sitio al que Fotogramas se acerca muy de cuando en cuando, por no decir casi nunca. Cosa entendible si piensan que Zero Dark Thirty y Cosmopolis son ese cine de autor que también llega a las salas. ¡Para que luego no digan que todo son grandes producciones de Hollywood! No, no, por favor, en Fotogramas también hay sitio para el cine pequeño y que apenas capta la atención de los medios...

Bueno, es un tuit, supongo que estoy sacándolo de quicio. Pero se lo merecen.

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¿Qué sería de Arraianos sin el apoyo del ICAA?
Acabó el D'A de Barcelona y el premio de la crítica fue para Arraianos, esa película que parece un festival killer, porque moja allá donde va. Se lo merece, claro. Es una película hermosa y rigurosa, sin que estos dos conceptos entren en conflicto. Una película pequeña y humilde que ha crecido por méritos propios y a la que quizás los medios deberían dar una mayor consideración. En su texto resumen, Jorge Mauro de Pedro trata a la película vencedora como una mera anécdota. El artículo parece salido de un Yo Dona o alguna de esas revistas para mujeres. Termina con un «D’A forever bitches!». Pues vale.

En El Periódico no he encontrado una sola crónica del D'A, salvo un par de textos informativos al inicio del certamen y otra sobre la visita de Cristian Mungiu. No sé si es que no suben ese contenido a la web, pero en fin, me parece muy triste si no dan más información de un evento así. Supongo que para compensar suben esta entrevista a Clara Lago donde presume de haber aprendido catalán. También esta noticia cultural de primer orden (miren quien sale en la foto que acompaña) En el Diari Ara, que tiene pinta de ser el mejor periódico catalán (desgraciadamente su edición digital tiene muchos contenidos de pago), ofrece una escueta nota sobre las premiadas, aunque tiene la deferencia de incluir los motivos que dio el jurado para premiar Arraianos: «la seva habilitat per integrar en el relat cinematogràfic a una comunitat rural la memòria, tradició oral i formes de vida de la qual perviuen i dialoguen amb el present». ¡Bravo! El jurado estaba formado por Covadonga G. Lahera (Transit), Arnau Vilaró (Lumière) y Perè Alberó (profesor, crítico y cineasta, autor de un libro sobre Theo Angelopoulos). Conozco a los dos primeros (bueno, a Arnau no en persona), pero felicidades a los tres por su buen gusto.

La cobertura del D'A no ha sido muy amplia. Yo les recomiendo algo para la siguiente edición: que le den un premio a Javier Bardem. Entonces tendrán una página entera en El País. Claro que estará dedicada por entero a ese superhéroe español y no de las películas, pero la promoción la tendrán. Entre los medios independientes no ha habido mucho movimiento, quizás las crónicas sean a posteriori. De las que leo habitualmente, solo Mónica Jordan ha estado al pie del cañón en Transit. El tercer capítulo de su crónica es algo más desangelado, quizás porque las películas tampoco se prestan a mucho análisis (sí, aquí estoy siendo prejuicioso). Aunque tenía a jóvenes directores menos conocidos como Matías Piñeiro o Hammudi Al- Rahmoun Font (o eso dice en la introducción), el texto se centra en Michael Winterbottom, Michel Gondry y Sion Sono. El texto se llama Autorías licuadas y nombres propios. Lo de autorías licuadas le va bien a Winterbottom y a Gondry, aunque Mónica del segundo dice «con apenas unos fotogramas seamos capaces de reconocer su autoría incluso en The Green Hornet», lo cual me cuesta creer, aunque como hace un tiempo que no veo películas de Gondry, despues de La science des rêves ya no quise ver más. Por eso, como hace ya siete años, quizás Gondry sí que ha conseguido crear una autoría clara más allá de sus personajes saltarines y sus salidas de tono coloristas.

Claro que el concepto de autoría es complicado y puede hacer referencia a muchas cosas. Por ejemplo, cuando habla de Sion Sono la entiendo mejor. «En su estilo exagerado y operístico, en sus historias de personajes múltiples, en el uso de la música clásica y en una serie de actores ya en nómina fija, encontramos la apuesta autoral de Sono». Es algo que no tiene que ver con el camera-stylo que patentó Alexandre Astruc en Cahiers du Cinema, pero sí unos simbolos reconocibles que se repiten a lo largo de una filmografía. Yo creo que el estilo de Sono no es fuerte en cuanto a creador de imágenes, está muy influido por cosas totalmente diferentes, y eso le hace ser anárquico e irregular, pero sí que tiene unas constantes habituales. Es un debate interesante y complejo, puesto que esta idea de autoría choca con la desarrollada en las dos crónicas anteriores.

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Antaño, las columnas de opinión las escribían personalidades que se habían hecho un nombre a base de escribir. Gente reconocida por su talento. Hoy, antes de nada, tienes que ser famoso. Un nombre reconocible. Así lleva años David Trueba en El País escribiendo cosas como la que sigue: «explota el privilegio del cine y la ficción en general para obligar al espectador a masticar la vida con una boca ajena». El texto es la nada absoluta. Una defensa a medias de Jagten, la película de Thomas Vinterberg. La falta de criterio es alarmante. Sigue reconociendo a Vinterberg como el director Dogma. Dice alegremente que «ha abandonado el Dogma». Hombre, lo abandonó hace 15 años y desde entonces ha hecho unas cuántas películas y todas con poco que ver con el dichoso movimiento.

Pero en fin, a Trueba lo que le interesa no es hablar de cine, sino del histerismo social, de reprender a la sociedad por su mal comportamiento. Ya saben, yo en mi torre y los mortales, sucios y hambrientos, rencorosos y malvados, en la tierra. No cita a Fritz Lang, lo que le hubiera dado cierto regusto cinéfilo. Se prestaba una cita a M o a Fury. El último párrafo ya no sé si es una broma o realmente se cree lo que dice de la industria danesa de cine. Dicen que mi opinión sobre cómo se reparten los trabajos en la redacción de El País es fantasiosa, pero miren el comentario que hace Trueba sobre la industria danesa. Y él cobra por artículo, ¿eh?

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