miércoles, 11 de septiembre de 2013

Que vienen los premios

Descubre las cincuenta y dos mil cuatrocientas veintitrés diferencias
En España nos encantan los concursos y las competiciones. La expectación constante, el climax final y el consecuente júbilo o decepción según se preste. Por eso cada año TVE se gasta una millonada en Eurovisión y por eso hemos tenido ocho años de esperpento olímpico madrileño, que amenaza ahora con trasladarse a Barcelona. Esto por supuesto llega al cine. Los festivales de cine y también la crítica ocupan cada vez menos espacio en los medios generalistas. Pero cuando llega la hora de los premios... ¡ay, los premios! Ya lo vimos recientemente en el Festival de Locarno, donde apenas ningún periódico hablaba de la programación del certamen más que para contar anécdotas y la típica basurilla glamurosa, pero cuando llegaron los premios... ¡ojo!¡atención!¡noticia histórica para el cine español!¡un director que no nos interesa gana el premio gordo en un festival que no nos interesa! El nivel de idiocia al que están dispuestos a llegar se me escapa.

Dentro de todo esto, lo que más expectación levanta son los premios de Hollywood. Lógico, son los premios más famosos del mundo y durante 50-60 años solía ganar si no una obra maestra, una gran película. Luego el nivel bajó, como le pasó a la producción de Hollywood, pero aún así cada cierto tiempo aparecían grandes películas. Con el tiempo eso se ha espaciado más, e incluso ganan bodrietes como Argo, The Artist, Crash, Gladiator, The Lord of the Rings y alguna otra que no habré visto. Pero en España el prestigio se mantiene (principalmente porque la mayoría de la crítica, vendida al mercado y al "a ver qué dice la crítica americana" las películas anteriormente citadas le parecen lo mejor de lo mejor) y no es raro escuchar frases del tipo «está de Óscar». Piensen que incluso directores como Almodóvar se vuelven locos cada vez que reciben no ya el premio, sino una candidatura. O Isabel Coixet, que a priori parece alejada de estas cosas (¿alguien se imagina a Isabel Coixet por la alfombra roja de Hollywood?).

Como esto genera tanta expectación y publicidad, todos los años en España hacen una especie de competición o carrera nacional entre las diferentes películas producidas durante la temporada por ver qué película opta a entrar en la carrera por la estatuilla. Como el cine que hacemos en España siempre ha sido para consumo interno y apenas despierta interés internacional (¡malvados masones!), la película elegida termina olvidada entre tantas otras nacionalidades que cada año mandan películas para que el amable bwana americano elija las que más le gusten. El cine español (o más bien lo que nos quieren vender como tal) se mueve por modas y pasamos de un extremo a otro (un año somos antiamericanos y al año siguiente sabemos hacer películas tan buenas como ellos), así que tanto hemos mandado a Garci y a Trueba como a Fernando León de Aranoa e Icíar Bollaín, sin olvidarnos de Juan Antonio Bayona y Agustí Villaronga. Pero para representar a España en los amados premios, antes hay que pasar una serie de eliminatorias donde los académicos (supongo que son ellos) van descartando películas. Primero seleccionan tres y más adelante a la ganadora definitiva.

¿Por qué no escogen a una directamente? Bueno, además de por la expectación, supongo que lo ven como una medida publicitaria. Si tu película ha sido preseleccionada para los Oscar, a lo mejor alguien pica y va al cine a verla. Por eso casi siempre entre la lista de precandidatas están películas que están o estarán en cartelera. Este año Almodóvar estrenó su película ya hace mucho tiempo, fue un éxito de taquilla y no aparece en la lista. Sin embargo sí están Caníbal (Martín Cuenca) y La gran familia española (Sánchez Arévalo, que aprovechan el tongazo ese de estreno limitado que popularizó Garci para meterse en la carrera. Compiten contra 15 años y un día (la cuota del festival de Málaga) y Alacrán enamorado, Bardem mediante. Todas muy previsibles, ninguna con opción alguna de colarse en la preselección definitiva, salvo alguna casualidad altamente improbable. En la carrera de los Óscar nada importa la calidad de tu película, sino más bien su apariencia. Que su ratio de espectadores sea lo suficientemente amplio y que tenga un estilo académico. Pero además de eso, es necesario mucho trabajo de marketing y de publicidad, de ir a las fiestas de Hollywood y que tu película sea conocida. Marion Cotillard ha explicado que su Óscar lo ganó así. Hay mucha literatura analizando cómo se puede ganar un premio y ninguno tiene que ver con la calida. Un ejemplo.

Yo no creo que ninguna de las cuatro seleccionadas tenga alguna opción. Ni siquiera de estar en la preselección definitiva antes de las nominaciones. Ninguna ha estado en un festival fuera de nuestras fronteras. Ninguna tiene como modelo formal el estilo de Hollywood. Ninguna cuenta con grandes medios de producción. Y solo Alacrán enamorado cuenta con la presencia de alguien bien conocido en Hollywood, aunque creo que Bardem hace un papel muy secundario. Quizás habría que mandar esta y esperar a que sonara la flauta, aunque fue un fracaso de público y de crítica, y teniendo en cuenta la respetabilidad que todavía rodea a los premios de la academia, no creo que fuese una noticia bien recibida por los medios. También habría que preguntarle a los académicos qué buscan cuando votos. O qué hay que buscar. Si lo que quieren es elegir la mejor película o la que tiene más posibilidades de ganar. En teoría, para elegir la mejor película ya están los Goya, así que aquí habría que buscar lo otro. Pero a saber...

En cuanto al factor económico, ¿En serio una preselección española ayuda en taquilla a ganar espectadores? Bueno, es innegable que algo de publicidad sí que da. Durante un par de días, casi todos los medios generalistas hablan de películas españolas. El resto de los días hablan antes de la última borrachera de la última quinceañera de Hollywood, antes que de un film como Caníbal. Para La gran familia española, como tiene el fútbol y gente de esa «joven, moderna y desenfadada», pues también ha hecho bastante ruido, pero nunca está algo de publicidad de más. Además, hay mucho chalado en España que se dedica a ver todas las películas nominadas, hasta la que tiene una sola opción en categoría de mejor maquillaje y esas movidas. O que se ven todas las precandidatas de todos los países.

En cuanto a mi, la única que me plantearía ver sería Caníbal, si bien la anterior película de Manuel Martín Cuenca, La mitad de Óscar (ahora Martín Cuenca aspira al Óscar completo, jeje -no me asesinéis por este chiste), me pareció bastante floja. Si tenemos en cuenta que este director ha hecho siempre películas convencionales, su repentina reconversión a cineasta observador, de tiempos muertos y planos largos, suena bastante a engaño. Y lo que es peor, sigue manteniendo muchos tics dramáticos del peor cine dramático, incluido ese delirante final sorpresa que te hace replantearte toda la película. Aunque la película pretende citar L'avventura de Michelangelo Antonioni, está más cerca del cine austriaco o rumano que tanto triunfa en los festivales, con sus inacabables silencios incómodos y violentos, su truculencia emocional y social, a lo que habría que añadir cierto delirio cañí español como aquella escena del taxi con el conductor parlanchín. Viendo el trailer de la nueva, parece que potencia todos los errores de la anterior, aunque al menos ya ha dado para uno de esos artículos de Belinchón a medio camino entre la información y la comedia involuntaria (ojo al concepto «solomillo femenino»)

-

Chúpate esa, Pedro
Conectando ya con El País, la noticia de la no nominación de Pedro Almodóvar fue recibida con alborozo en la redacción de Cultura. Tanto que, cuando la noticia estaba en la portada del diario, la única información que daban además del nombre de los nominados, era la exclusión de Los amantes pasajeros. Ya ven, una información fundamental. Es cierto que la ausencia de una película de Almodóvar es noticia, en cuanto a que es uno de los únicos cuatro directores que ha conseguido la estatuilla, además de competir varias veces e incluso ganar con Hable con ella el premio a mejor guión cuando la Academia no la había elegido como película para competir por el premio a mejor película extranjera (habían mandado a Fernando León de Aranoa, con los resultados esperados). Una historia de desaires entre Almodóvar y las gentes del cine español que El País lleva de manera sensacionalista a primera plana, cuando es una noticia muy secundaria. Pero hay que generar expectación, polémica, para tener a la gente excitada y entretenida.

De todas formas, resulta muy raro que no aparezca Los amantes pasajeros entre los cuatro films seleccionados. Esta vez Almodóvar tenía un reparto donde estaba la gran familia del cine español, había hecho muy buena taquilla y quizás no había tenido buenas críticas, pero bueno, ya sabemos que el caso Almodóvar tiene muchos condicionantes que hacen que el criterio de muchos críticos esté bajo sospecha. A mi, gustándome el 90% de las películas del manchego, esta última me pareció la peor de su filmografía, la menos audaz formalmente y la que más se vendía a ciertos tics insoportables de la comedia española.

De las cuatro candidatas, solo La gran familia española tuvo un artículo aparte en El País. Una entrevista-deificación a Sánchez Arévalo, que parece escrito a cuatro manos por Alfredo Urdaci y Tomás Roncero. Os pongo un aperitivo para que os animéis a leerlo entero: «Y el fútbol, la ya mítica final del Mundial de Suráfrica 2010, con su patada voladora de De Jong, su prórroga, su “Iniesta de mi vida”… “Fue el último elemento en llegar al guion, surgió al pensar en cómo enmarcar la boda, y nace de mi afán habitual por poner trabas a los protagonistas. Te casas con 18 años recién cumplidos y tu novia embarazada, con lo que ya tienes a la familia cabreada, y encima coincide con ese partido”». Y para zanjar la cuestión, un tuit de Belinchón, muy poco diestro, como siempre, en esta red social:
Bueno, venga, ya que estamos, no me resisto a recuperar una declaración de Sánchez Arévalo que ya salió en Cinefobia(s) y que, en mi opinión, está muy arriba en la lista de peores declaraciones de la historia. Sobre el protagonista de La gran familia española: «él representa de alguna forma a la Selección Española que juega el mundial, a la España que no tiene miedo de hacer cosas, que se atreve a todo, que no se corta; sus hermanos mayores, sin embargo, representan a la España de cuartos». Dan ganas de ir a ver la película, ¿eh? Se estrena este viernes para coincidir con el día de la final del mundial de Sudáfrica. Mejor que ir a Cibeles.

Supongo que muchos habréis notado que en la captura del titular de la web de El País a Manuel Martín Cuenca le han comido un apellido. Pero a Sánchez Arévalo no. ¿Quién decide esas cosas? ¡Ahhh...! Curiosamente, también se han elegido las precandidatas para ver quién compite en los premios Ariel mexicanos a la mejor película iberoamericana (sí, también hay preselección para esto). Curiosamente, son las mismas, a excepción de Alacrán enamorado, que por alguna incomprensible razón se queda fuera. Bueno, ya el hacer dos votaciones diferentes y que encima salgan resultados diferentes, suena a chiste... quizás haya algún condicionante que no han aclarado.

El delirio llega con Gerardo Herrero, que produce 15 años y un día y que le suelta a Belinchón una de esas declaraciones que hacen época: «Esperemos que esta preselección empuje sus ventas internacionales». Dice muy poco de Gerardo Herrero como empresario si espera que alguien de fuera de España atienda a estas pre-preselecciones. Imaginen a un trabajador de una distribuidora sueca que le dice a su jefe que ha comprado una película española porque es candidata a representar a España a los Óscar. ¿Quién se lo cree? Vender el producto, nadie mejor que Belinchón y el equipo de Alacrán enamorado. Una síntesis perfecta de la película: «Es un Romeo y Julieta ambientada en el mundo del boxeo y protagonizada por un puñado de neonazis». Pero por mucho que me duela, tengo que reconocerle cierto mérito a Carlos Bardem en las siguientes declaraciones, las más sensatas de todo lo relacionado con este esperpento: «Al contrario que el Comité Olímpico Español, somos conscientes que hemos empatado con otras tres películas, que tenemos que pasar otra criba, que después nos tienen que preseleccionar en un pequeño grupo para finalmente entrar entre las cinco candidatas al Oscar al mejor filme de lengua no inglesa. No vamos a tomar café con leche ni a celebrar nada». Cuidado Carlos, que te llamarán antiespañol y titiritero. Bueno, seguramente ya te lo llaman. Pero claro, siempre que alguien del cine sea atacado por ser poco patriota y gastar dinero que estaría mejor invertido ayudando a los que más lo necesitan, siempre podrá tirar de hemeroteca. ¿Eh, Madrid 2020?

-

En España gustan tanto los premios y especialmente los Óscar (o eso nos venden masivamente desde los medios), que en El Mundo, pioneros en todo lo relacionado con el mal periodismo, han mandado a Luis Martínez a Toronto. Allí escribe crónicas diarias donde todo gira alrededor de los Oscar. El análisis de cada película jamás elude su potencialidad como film oscarizable. Martínez se convierte en analista de probabilidades como un brocker de bolsa. Tanto es así, que ya ni se considera crítico y habla de ellos en tercera persona: «No es un festival de críticos, aunque los haya despistados y siempre corriendo de una sala a otra». ¡Esos críticos, qué locos!

La que parece que se escapa de los criterios oscarizables es Twelve Years a Slave, la nueva película de Steve McQueen, a la que el redactor de El Mundo le dedica mil eslóganes positivos: «obra maestra incontestable», «impresionante Chiwetel Ejiofor», «el espectador es invitado a experimentar [...] la crueldad inerme y profundamente absurda de la esclavitud», «Cine grande, la cámara de McQueen se maneja siempre como un bisturí», «La idea no es otra que taladrar la carne hasta alcanzar lo otro», «Estamos ante la más inmisericorde disección de la condición humana», «Toronto, pase lo que pase a partir de ahora, es grande». En fin, todas ellas perfectas para encabezar el afiche de la película, o bien para utilizar de cortinilla en el trailer. Todo el texto sigue este esquema de frases cortas e impactantes, todo muy metafórico, donde realmente no se cuenta nada de la película. Frases simples que tanto pueden significar una cosa como la contraria. Ni una sola mención a los Óscar, premios a los que Martínez en las anteriores crónicas ha banalizado. Twelve Years a Slave es algo más. Superior. Es gran cine. Una pena que en los comentarios (el segundo) le recuerden que es precisamente la gran favorita para esos premios.

Toni García Ramón ha debido encontrar muy buenos bares en Toronto, porque no ha vuelto a escribir una crónica del festival, mientras que Martínez, que encima empalma con Venecia, ya lleva tres. ¡Cuidado turistas, Delaney anda suelto!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hay una estricta moderación de comentarios, así que si vienes a insultar al menos hazlo desarrollando un argumento.