martes, 11 de febrero de 2014

Vivir es fácil con los ojos cerrados

¿Cómo se le ocurriría el título a David Trueba?
En los años de la revolución francesa, cuando la Asamblea Nacional había tomado el poder y empezaba a procesar a los miembros de la realeza y la nobleza por su actitud irresponsable, estos seguían celebrando sus fiestas y actuando públicamente acorde a sus ritos estamentales. Para las clases privilegiadas lo más importante no es la riqueza ni el poder, sino la apariencia. Con una apariencia y un comportamiento noble, el resto de las cosas vendrían detrás. La realidad es algo que hay que esconder.

Estas prácticas se han trasladado a la actualidad y la gala de los Goya de ayer es un ejemplo perfecto. Cada año, nos dicen que las cifras del cine español son peores, que su situación es precaria, que mucha gente malvive o está en el paro. El año pasado, Candela Peña utilizaba su discurso de premiada, para pedir trabajo. Todos los años, casi como una costumbre, se utiliza la gala para cargar contra las injusticias, las desigualdades sociales y, si gobierna la derecha, contra los políticos. Y no porque los profesionales del cine sean de izquierdas, sino por una razón estética, como indicaba en el primer párrafo. Mostrarse comprometido con las causas más progresistas es lo mejor de cara a la imagen. Algunos dirán que estoy mintiendo y que los profesionales del cine (o al menos los que más agitan el arbol, los actores, productores o directores) tienen un fuerte compromiso social. Pero es difícil de creer si tenemos en cuenta que pese a su terrible situación, siguen celebrando un acto que en nada ayuda al cine, únicamente a industrias de superlujo como la alta costura o la joyería. Las galas son un acto exhibicionista y superficial donde nunca se habla de cine, sino de todo lo que le rodea y que poco le beneficia.

En los años 90, España creció (como siempre gracias a dinero público) como espacio de congresos y grandes macroeventos. No porque hubiese una demanda, sino porque era una buena forma (como se ha demostrado) de ganarse un dineral gracias a la construcción y la corrupción. Así nacieron imperios como el de Rafael Correa (NdA: mis disculpas al presidente de Ecuador, me refería a Francisco Correa) y así se benefició nuestro ilustrísimo Iñaki Urdangarín, organizando jornadas de paz y deporte, y cosas por el estilo. Como en España hace buen tiempo (o suele hacerlo, ahora ya ni eso) y apenas hay obstáculos legales contra el gasto público, se creó una red de congresos, eventos, festivales y demás fastos que vivían del dinero público. Cada pueblo tenía que tener su festival de cine, su evento deportivo, su congreso de algún tipo o su salón del comic. Yo, que he vivido en varias ciudades a lo largo de mi vida, siempre me resultó curioso la proliferación de festivales de magia. Aunque evidentemente la joya de la corona fueron los aeropuertos, cada ciudad tenía que tener uno. Supongo que todo se limitaba a la típica competencia entre ayuntamientos, la voracidad por conseguir votos en base al populismo más primario.

Pero (y con esto volvemos a los Goya) la realidad es que detrás de esto no había nada productivo. Simples espectáculos de masas. Superficiales y gigantescas operaciones publicitarias de los políticos de turno, como esa demencial cruzada de los políticos madrileños en busca de los juegos olímpicos. Y toda esta burbuja imitando al amigo americano. Las galas de premios, los salones del comic, las quedadas de fans, el Halloween, etc... fiestas que han ganado un espacio en nuestra vida cotidiana gracias a la influencia americana. No digo que sea buena o mala, cada cual pensará de una manera, pero mientras en EEUU esto surgió de manera espontánea y además en muchos casos existen para abastecer a una audiencia mundial, ¿qué repercusión tienen fuera de España estos eventos «culturales»? ¿En serio a alguien le interesan, fuera de España, los Goya o el salón del comic de Barcelona? En la ciudad condal, por tener, tienen hasta un salón erótico esperpéntico y de marcado mal gusto. Pero todo sea por hinchar esa burbuja mediática, por llenar espacio en diarios y programas de noticias (siempre estatales, claro), por abastecer a una audiencia endogámica ávida de tener acceso a «lo mismo» que en EEUU.

Pero como todo en esta vida se acaba, el dinero público también, lo que ha dejado en España un paisaje apocalíptico de salas de ferias y congresos que apenas albergan eventos del tipo concursos de tapas o los ya mentados festivales de magia. En los festivales de cine, si seguís este blog, ya sabéis lo que pasa. En muchos casos, se han tenido que buscar patrocinadores, cada vez más presentes, para poder cerrar las cuentas. En el caso de nuestros comprometidísimos Goya no han tenido mejor idea que asociarse con una empresa de trabajo temporal. Así que la mayoría de eventos y reuniones de la Academia de Cine han incluido el logotipo de esta empresa que, al igual que todas las de su tipo, significan precariedad y darwinismo laboral. Este es el compromiso de los Goya. ¿Dónde está el límite? No hay límite para la desfachatez de algunos personajes o empresas. Ojo a esta noticia que aparece en la propia web de la academia. Se considera una «oportunidad laboral» el trabajar una noche como ayudante de entregador de un Goya. ¿Qué valor tendría eso en un currículum? Quién sabe, quizás Adecco ponga a esos cuatro privilegiados entre esas estadísticas que se realizan al final de cada año de la gente que encontró trabajo gracias a su empresa.

Aquí Enrique González-Macho junto a un saco de dinero
 Otra constante en la gala de los Goya es la gente que se agolpa en la calle para protestar. Los primeros años la respuesta de los profesionales de la academia fue reaccionar contra ellos o bien evitarlos, como el año que hicieron una alfombra roja indoor para evitar el chaparrón de abucheos y gritos en contra. O que les lanzaran huevos. Los últimos años esto ha cambiado bastante, con Santiago Segura o Alex de la Iglesia, solidarizándose con los manifestantes o al menos mostrando comprensión. Como mediáticamente fueron muy alabados, parece que otros han decidido seguir su ejemplo, de ahí que varios famosos se acercasen a los manifestantes para mostrar su apoyo. Eran gente manifestándose contra los desahucios o contra el reciente ERE de Coca-Cola, aunque imagino que el significado era no solo la visibilidad de estos premios, sino también mostrar su indignación ante esta exhibición de superlujo en un país tan dramáticamente golpeado por la crisis como España. En la noticia enlazada antes, vemos a los Bardem acercándose a los manifestantes. Luego Bardem salió a entregar un premio o algo así, y no dudó en soltar un discurso sobre el bien y el mal, donde el bien eran sus amigos y él, y el mal el gobierno. Hoy por la mañana, un grandísimo ignorante como Vicente Martínez Pujalte, uno de esos dobermann del PP que solo existen para soltar burradas y que los más fanáticos de este partido se vengan arriba, decía que Bardem no podía quejarse porque había sido defensor de Zapatero. Esto es una tontería, sobre todo teniendo a mano, aún calentito, el caso Bardemcilla, donde la comprometidísima familia Bardem tiró de ERE para finiquitar a todos los trabajadores de un local madrileño que regentaba el único miembro de la familia que no pudo entrar en el show business. No voy a volver sobre ese tema (ya lo hice en su momento), pero dejo aquí un ejemplo del vergonzoso trato que le dio El País al asunto, poniéndose del lado de la estrella y tratando a los trabajadores como basura.

Como no vi la gala y tampoco vi las películas nominadas, no voy a hacer ninguna valoración sobre el tema. Los Goya representan un cine español que no me interesa. Alguno dirá que ya que no me interesa, no debería hablar de él, pero puesto que se paga con nuestro dinero (80000 euros en este último ejercicio), se promociona en nuestros medios de comunicación públicos, creo que tengo derecho (incluso obligación) de hacerlo, y más si lo considero una injusticia y una vergüenza que nada tienen que ver con lo que se le debe exigir a un evento de interés cultural. Los Goya son una pura epifanía capitalista pagada mayormente con dinero público y que encima completan su financiación promocionando empresas que son una falta de respeto a todos los trabajadores y parados de este país. Por lo tanto, la gente que dice eso de «si no te gusta, no lo veas» creo que tiene poca idea de lo que supone esta gala. Bueno, verla, por salud, nadie debería verla, pero opinar sobre lo que significa en la situación de este país, creo que es sano y democrático, dejando de lado opiniones a la Montoro de «todo el cine español es malo».

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Uno de los momentos más polémicos de la gala parece que ha sido el famoso video en recuerdo de los profesionales fallecidos a lo largo de este año. En este repaso, se incluyó a la periodista Beatrice Sartori, que bueno, no digo que no merezca un recuerdo, pero quizás en una gala cinematográfica sobre. Cierto que se dedicó al periodismo cinematográfico, pero no sé, ¿incluirán a Gregorio Belinchón cuando fallezca? Hombre, Sartori era mejor periodista, pero tampoco vamos a valorar su inclusión o no en una cuestión de opinión. Yo veo bien que incluyan a reconocidos críticos que realmente hayan supuesto un antes o un después en la profesión, incluso en el cine español, como José Luis Guarner o Miguel Marías (aunque este último que dure muchos años), pero ese no es el caso de Sartori. Con todo, es una cuestión de opinión. Lo que no es opinable es que Beatrice Sartori no es Nùria Vidal. Todo lo que rodea a esta equivocación huele a cutrez, improvisación y desinterés por parte de la academia de cine (recuerden, ochenta mil euros de subvención).

En ese mismo link hablan de la otra polémica: la inclusión de Concha García-Campoy. Lo más terrible de todo es que justifiquen su aparición por pequeños papeles y porque presentó un programa de cine en Telecinco. Seguramente esas fueron las razones y no que su pareja sentimental era Andrés Vicente Gómez.

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«Estoy listo para mi primer plano, señor DeMille»
Desde que El País lo dirige un holding americano de empresas, cada vez que inician una campaña o seponen comprometidos con algo, es fácil ver una razón detrás. Como los ataques furibundos de este diario a los dirigentes de América Latina o su completo cambio de perspectiva del conflicto palestino-israelí. Bueno, con Polanco también se utilizaban estas tácticas empresariales, pero al menos había periodistas más doctos o en mejor posición para hablar de determinados temas. Uno de ellos no era Iñaki Gabilondo, uno de los creadores y máximos representantes del populismo periodístico de izquierdas en España, tras la farsa histórica de la Transición. Su discurso siempre fue simple, pero airado, de esas personas que defienden que una ama de casa tiene tanto que decir sobre macroeconomía como un nobel de literatura, de ahí que bajo su brazo creciesen «periodistas» como Carles Francino o Ana Pastor. Una vez jubilado de la radio, pasó a la televisión donde hizo el programa de noticias de la recién nacida Cuatro, que al igual que todo el contenido de la cadena, era telebasura de la buena. Su mayor hit fue atacar (verbalmente) a un discapacitado, aunque a su favor hay que decir que después pidió perdón (algo complicado de ver en la profesión).  Ahora, fuera ya de radio y televisión, hace un videoblog en El País, cada vez más escondido y menos interesante. La última entrada está dedicada al cine español y es un auténtico despropósito. No niego que no tenga razón en muchas cosas, pero limitar todos los males de nuestro cine a ataques externos no le hace ningún favor a la industria, ni tampoco a la profesión periodística a la que, por suerte, Gabilondo ya apenas se dedica.

Otro que tampoco aparece mucho últimamente (lo que agradecen mis ojos y mi sistema digestivo) es Borja Hermoso. Pero sí aparece cuando hay que dejar clara la línea editorial en cuestiones de cultura o bien cuando hay que colgarse medallitas por alguna exclusiva basura (como lo del cierre de los Verdi). Hoy escribe sobre el desplante del ministro Wert, el primero ministro de cultura que se ausenta de la gala en toda su historia.

Respecto a lo de Wert, a mi su espantada me parecería bien, si mañana cambiase de arriba a abajo el sistema de subvenciones, eliminando las ayudas a amortización, impidiendo chanchullos en el tema de las coproducciones o a la hora de colar proyectos por enchufe, que defendiese festivales de cine y programas de exhibición y promoción del cine español en pueblos y provincias a donde no llega. Si hiciese todo eso y mandase a tomar viento a la clase alta del cine español, a esa que vive en la burbuja, pues entonces le diría que bien hecho. Pero claro, la realidad es diferente, y Wert es un ministro que se mostró chulesco y autoritario en sus declaraciones del último año, y ahora se escapa como un cobarde de una gala que iba a ser un acoso y derribo contra él. Además, no lo neguemos, si no fuese por los discursitos estéticos anti-PP, esta operación publicitaria que son los Goya es lo que entiende el actual Partido Popular por cultura: fiesta, folclore, glamour... Solo hay que ver la Comunidad Valenciana.

En cuanto a Borja Hermoso, se podría citar todo el texto, línea a línea, para dejarlo en evidencia. Los dos primeros párrafos son pura basura populista, apelando al español medio y utilizando palabras como «puñetero» o lo de «tomar las de Villadiego» no sé si para incluir en el texto algo de costumbrismo o sabiduría popular, defendiendo el uso del lenguaje de la calle. ¿Y qué decir de ese «tod@s» con arroba incluida para mostrarse multigenérico? ¿En serio el corrector de El País admitió eso para la edición impresa. ¡No me lo puedo creer!

Pero atención a lo que sigue: «Y si resulta que la gente va al curro, coge la piqueta y se traga los sapos y las culebras que hagan falta en la antipática sucesión de los días o del inquietante insomnio de las noches y luego ve que un ministro del Gobierno de España se disfraza de Juan Tamariz y se saca de la chistera una cita en Londres para no estar en los Goya». Ahora piensen en un periodista. Uno que trabaja en El País. Uno que es conocido porque cuando no le gusta un aspecto de su trabajo, se ausenta de él, sin ningún remordimiento. ¿Os suena? Una pista más: es uno de los mejores amigos de Borja Hermoso e hizo, al igual que él el trayecto de El Mundo a El País. ¿A que es fácil? Pues esta es la coherencia de Hermoso.

Dice de los Goya «que es una de las dos o tres convocatorias más importantes del año para quien lleva la cartera de Cultura». Ya veis, el trabajo principal de un ministro no es legislar, ni trabajar para mejorar el funcionamiento de su ministerio, ni acudir a certámenes de literatura, cine, música, etc... No, no, es acudir a la alfombra roja de esta exhibición de superlujo a hacerse fotos con González-Macho, Bardem y el resto de la Marca(Cine)España, que no el  «cine español» en su totalidad, como nos quieren vender. No, el cine español es la clase privilegiada, no los miles de trabajadores y creadores que hay detrás. Y Borja Hermoso dice que lo importante de un ministro es ir a esa gala. Porque para El País y para Hermoso, eso es lo importante del cine: la fiesta, la exhibición de lujo, el glamour. Eso es lo que vende periódicos. El populismo más rancio.

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Por si no había suficientes galas ni saraos en el cine español y todo lo que le rodea, algunos periodistas no tuvieron mejor idea que crear una nueva. Tiene el infame nombre de Premios Feroz y los da una asociación con el pomposo nombre de Asociación de Informadores Cinematográficos de España, que realmente parecen ser El País, El Mundo, Cinemanía y algunas tuitstars de periódicos regionales. Se autodenominan «los globos de oro españoles», a pesar de que ni los da la prensa extranjera asentada en España y valoran únicamente el cine y no la televisión (ya es difícil valorar la producción cinematográfica como para ponerse con el holocausto televisivo), aunque aún resulta más esperpéntico ese «antesala de los Goya», como si esta absoluta irresponsabilidad de nuestra industria necesitara además un primer plato. Ya es suficientemente indigesta de por sí sola.

Al menos se puede decir que no tenían como patrocinador una ETT. No, en su lugar tenían a Gas Natural Fenosa. Casualidades del destino, un par de semanas después de la confirmación del patrocinio se desvelaba el pufo de las eléctricas para subir la factura de la luz. Evidentemente, hay mayores razones de peso para estas subidas de tarifas, pero no es lo más razonable de cara al consumidor que le claven un puñal en la factura y al mismo tiempo vea en la televisión cómo patrocina cosas tan inanes como esta. Parafraseando a Borja Hermoso en su artículo sobre Wert, yo creo que las eléctricas deberían ser expertas en simbología.

De la gala solo vi un par de minutos (la presentaba una actriz de Los Serrano, ahí el nivel) y tenía a periodistas y profesionales del cine en mesas redondas, bebiendo y subiendo tambaleantes a recoger los premios. Tan tan tan innecesarios son estos galardones que encima votaron prácticamente lo mismo que los Goya, con notables innovaciones (¿?) como las categorías de mejor trailer y mejor cartel.

Puesto que son periodistas comprometidos con el futuro del cine español y su viabilidad, así como de la promoción del cine diferente y que no tiene acceso al circuito comercial, la Asociación de informadores cinematográficos de España no se presentará jamás a las ayudas del ICAA a la organización de festivales y certámenes cinematográficos. Que será siempre algo privado sin ayudas públicas de ningún tipo. Imagino que sí, porque muchos de sus miembros participaron en la defensa de festivales de cine como el Punto de Vista y otros amenazados por los recortes. No sería muy coherente que ahora compitiesen con esos mismos certámenes por una financiación pública para su alfombra roja y su photocall. En un par de meses lo sabremos.

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El año pasado, en el Festival de Venecia, Carlos Boyero dijo que se sentía hastiado y que iba a pedir que no le siguiesen llevando a festivales de cine, o al menos a aquellos que no tuviesen muchas películas que le gustasen. Parece que ha cumplido su amenaza y por eso no lo tenemos este año en la Berlinale. En su lugar, El País manda a Belinchón, que intentará dejar alto el pabellón tras la renuncia de su amigo. A Boyero se le podría aplicar el mismo dicho que a Zapatero: «alguien vendrá que bueno te hará»